| NOV 222014 Y es que una reforma educativa, cuando no está bien planteada en sus procesos y alcances, siempre hay duda y desconfianza. No se puede desligar un proceso educativo de los múltiples factores sociales en que se desarrolla esta, por ejemplo, como dice el recién fallecido Carlos Muñoz Izquierdo (impulsor de la investigación educativa en México): "Las desigualdades educativas son originadas por un conjunto de factores externos a los sistemas educativos, por lo que tales desigualdades derivaban de las que ya existen entre los distintos estratos integrantes de la formación social en la que los sistemas educativos están inmersos", si este asunto no es considerado, entonces uno de los asuntos centrales de la Reforma Educativa como es el proceso de evaluación no puede llevarnos a buenos puertos, pues mientras las diferencias sociales, geográficas, económicas, culturales, psicológicas y otras tantas no se atiendan de manera integral, esta política educativa nunca podrá explicar su razón de existir. El asunto de la evaluación en educación se empezó a introducir en los años 80´s como parte del proceso, se tomó como el eje principal para atender el asunto de calidad, lo lamentable es que después de 30 años, el gobierno se da cuenta que poco ha servido para superar las debilidades educativas como es el rezago, la eficiencia terminal, la eficacia en los saberes de los conocimientos básicos, atender la infraestructura y todo lo que implica elevar la calidad, tanto que por ejemplo la SEP no sabe ni cuantos maestros hay, ni escuelas, menos sus condiciones de aula, entonces nos preguntamos ¿qué ha estado haciendo esa burocracia en la SEP por tantos años?, esto es vergonzoso y lamentable frente a analistas internacionales. Con el conflicto en el IPN la reforma educativa muestra que la evaluación es el problema, porque la han convertido en un instrumento gubernamental para revisar que escuelas, maestros y alumnos esten cumpliendo con su responsabilidad; pero no para resolver los problemas, porque esta evaluación quiere que la escuela logre superar indicadores formulados por el mismo gobierno y ligarlos a promesas de mayor financiamiento, aquí es donde está el nudo, porque muchas de las instancias de la propia SEP o SEE están incumpliendo las convocatorias para los procesos, llámese asignación de plazas, asignación de tutores (muchos supervisores que se autodesignaron no tienen las capacidades pedagógicas ni físicas para responder a esta encomienda), promoción de personal, cursos y talleres y otros procesos que pudieran ajustarse a los contextos del propio Estado de Michoacán, pero por desgracia, también esto ocurre por ejemplo en Querétaro, Sinaloa, Guerrero y aún en el Estado de México, la asignación es de dedazo no por mérito, la pregunta ¿dónde quedó la evaluación?. En estas condiciones los ejercicios evaluativos carecen de validez porque no se ajustan a la norma, ni a los elementos básicos de análisis de científicos; son instrumentos de control político de quienes ostentan el poder, principalmente del sindicato; es decir, son más de lo mismo, corrupción, sumisión y control. Si la evaluación en educación básica fuera para identificar y analizar los problemas que tiene el área, ello permitiría implementar estrategias en lo concreto, por la vía de los Concejos Técnicos Escolares; pero desafortunadamente la evaluación está estrangulada, mitificada por la autoridad; se ha reducido a la prueba, porque esta desplaza al currículo, logrando una evaluación descontextualizada. En la educación superior, la evaluación esta por todos lados, bien para certificar y/o acreditar, a través de los Comités Interinstitucionales de Evaluación de la Educación Superior (CIEES), el Consejo para la Acreditación de la Educación (COPAES), o el Padrón Nacional de Posgrado de Calidad (PNPC). aunque la evaluación del proceso académico no se puede medir con publicaciones y patentes; como tampoco se puede distribuir los estímulos, para el ingreso, permanencia y promoción, para otorgar el perfil PROMEP, para reconocer Cuerpos Académicos (CA), para admitir miembros al Sistema Nacional de Investigadores (SNI), para becas para estudiar un posgrado, y procesos donde los estudiantes evalúan a sus profesores; por desgracia en este nivel la evaluación no está sustentada en el contexto de la sociedad y su cultura. En conclusión, la evaluación académica no es la varita mágica para cambiar el sistema. Más bien, se puede convertir en un obstáculo, cuando se limita a medir hasta dónde instituciones y académicos cumplen con los criterios formulado por el Estado. |